Incluso hay vendedores que incorporan a sus precios de venta cálculos respecto a la rentabilidad futura de la vivienda en caso de que esta se destine al alquiler.
Han pasado 10 años desde que en 2008 saltó por los aires la burbuja inmobiliaria y muchas prácticas vinculadas a la venta inmobiliaria que parecían completamente desterradas regresan con fuerza a un mercado en plena recuperación. De la misma manera que muchas compras de suelos finalistas por parte de los promotores ya están incorporando futuras subidas del precio de la vivienda —y por eso se están volviendo a pagar precios estratosféricos por esta valiosa materia prima—, muchos particulares que quieren vender su casa también están incorporando expectativas futuras de subida de los precios.
En concreto, los propietarios que ponen una vivienda a la venta están sobrevalorando sus precios alrededor del 20% respecto al valor de mercado de los inmuebles similares de su zona, según un estudio realizado por la inmobiliaria Tecnocasa y la Universitat Pompeu Fabra. La sobrevaloración más alta se da en Málaga y Zaragoza, donde los propietarios ‘inflan’ de media los precios un 24%, seguidas por Valencia (22%), Sevilla y Cornellà de Llobregat (20%), Barcelona (19%), Madrid, Mataró y Badalona (18%) y, por último, Premià de Mar (12%), entre las ciudades donde opera el grupo.
‘El recuerdo de los máximos que se alcanzaron en 2007 y el hecho de que se están asumiendo expectativas de subidas de precios cercanos al 20%, como había esos años, explican en buena parte este fenómeno’, asegura Lázaro Cubero, director del departamento de Análisis e Informes de Tecnocasa.
Entre 2009 y 2014, quienes vendieron su casa lo hicieron fundamentalmente por necesidad y se vieron obligados a asumir las importantes rebajas que les exigían los escasos compradores que podían afrontar la compra de una casa. Tras años con la sartén de la negociación cogida por el mango, los papeles se intercambiaron y fueron los potenciales compradores los que comenzaron a exigir fuertes rebajas en los precios. Entre 2012 y 2013, los vendedores se vieron obligados a rebajar sus pretensiones económicas entre un 12% y un 15%. En 2014, con el inicio de la recuperación inmobiliaria, unas buenas perspectivas de incrementos de precios durante los dos o tres próximos años y la falta de oferta de producto en determinadas zonas, muchos propietarios vuelven a ‘inflar’ los precios de salida de sus casas.
‘Nosotros presentamos al propietario un estudio sobre el valor de mercado de su vivienda, y algunos propietarios son receptivos, mientras que otros, que quizá ya han hecho cálculos de que necesitan una determinada cantidad como entrada para comprar otro inmueble, no rebajan su precio’, apunta Lázaro Cubero. ‘Esta práctica ya se daba en los años previos a la crisis, pero entonces los precios crecían a tasas del 20% anual, con lo que la valoración excesiva de los propietarios podía quedar absorbida por la propia dinámica del mercado en un plazo razonable’.
Y añade, ‘ahora los aumentos de precios son muy inferiores —del 11,15% en 2017—, y nosotros, por ejemplo, preferimos no aceptar inmuebles sobrevalorados, aunque otras inmobiliarias lo hacen para captar al cliente’. A su juicio, al cabo de unos meses los propietarios se dan cuenta y rebajan el precio, y es que, en su opinión, ‘la sobrevaloración es un freno enorme para los compradores potenciales, ya que en ciudades como Barcelona, donde el precio de un piso fácilmente supera los 200.000 euros, estamos hablando ya de 40.000 euros. Los compradores ahora deben analizar bien el mercado antes de comprar’, recomienda.