A las nuevas tipologías de arrendatarios particulares se suman empresas especializadas.
Cada vez más ahorradores e inversores tratan de ganar dinero mediante el alquiler de viviendas, un negocio al alza cuyos precios aumentaron cerca de un 13% en 2017.
Se ha multiplicado y está mutando. La figura del casero cada vez dista más de aquella que le describía como un hombre avanzado en años, remolón para cambiar la lavadora o darle una mano de pintura a la casa, pero puntual para pasarse cada mes a cobrar la renta. De hecho, el casero de hoy puede ser alguien más joven que su inquilino, pero también un fondo de inversión de otro país o algo aún más exótico, como una socimi.
De todos modos, el arrendatario habitual sigue siendo el particular (lo es en más del 95% de los casos), a diferencia de lo que sucede en otros países europeos. Por ejemplo, los datos de Tecnocasa hablan de empate técnico en términos de paridad (53% de hombres y 46% de mujeres), un cierto equilibrio entre franjas de edad (el 32% tiene menos de 44 años, el 30%, de 45 a 54 y el 37%, más de 55) y una variada situación sociolaboral (desde un 43% que tiene trabajo indefinido, hasta un 32% que es pensionista).
También han cambiado las circunstancias que animan a estos propietarios a poner sus pisos en el mercado del alquiler. ‘Encontramos muchos casos de lo que denominamos alquilar para alquilar, es decir, propietarios que en su día compraron una vivienda para residir en ella, pero que ahora, años después, no cumple con sus necesidades habitacionales’, explica un experto. Detrás de esta nueva figura suele haber algún cambio en la situación laboral del propietario o un aumento de su unidad familiar, que le obliga ‘a buscar un inquilino para su inmueble y simultáneamente, mudarse a un piso de alquiler en el que él es el inquilino’.
A día de hoy este espécimen que aúna las figuras de arrendatario y arrendador se traduce en familias de mediana edad cuya posición económica está bastante desahogada, al igual que la de quienes compraron un piso antes del boom y luego lo pusieron en alquiler para comprarse otro más grande. Frente a ellos, hay jóvenes que durante la crisis se quedaron sin trabajo y se convirtieron en caseros por obligación, ante la imposibilidad de vender y la necesidad de hacer frente a la hipoteca, viéndose forzados a volver a la casa de sus padres o a irse a un piso de alquiler muy barato. Esta última tipología se ha reducido con la recuperación económica, pero aún existe.
UNA FORMA FÁCIL DE GANAR DINERO
El variopinto universo de los caseros particulares también incluye quienes encuentran en el alquiler una forma de inversión, una tipología que ha existido toda la vida, pero que en los últimos tiempos se ha visto impulsada por el boom que vive este mercado. ‘La rentabilidad que ofrece el alquiler, muy por encima de productos bancarios o financieros tradicionales, hace que muchos destinen sus ahorros a adquirir un inmueble para alquilarlo y disfrutar de sus rendimientos’, explica un experto del sector.
Según datos de Fotocasa, la rentabilidad es la principal motivación de quienes tienen una segunda residencia y se plantean arrendarla, frente a un 36% para los que prima la posibilidad de pagar sin esfuerzo la hipoteca que han solicitado, y otro 20% que sólo quiere ganar dinero hasta que pueda vender esa casa por un precio mayor. Además, un tercio de estos caseros-inversores se siente atraído por los alquileres de corta duración, por la flexibilidad que ofrecen para recuperar el piso si fuera necesario.
En esta categoría se encuadra, por ejemplo, el alquiler destinado a la población universitaria. Según señala un estudio, el 88% de los propietarios de este tipo de pisos alquila por periodos inferiores a un año y en un 72% de los casos, lo hace por habitaciones. Se trata mayoritariamente de mujeres que superan los 45 años de edad y que no descartan la opción de convivir con sus jóvenes inquilinos.
Tan variada es la casuística existente en torno al alquiler entre particulares, que no hay registros oficiales al respecto. Los únicos datos fiables son los ingresos por alquiler que los españoles declaran en el IRPF, y los más recientes se remontan a 2015. Entonces se contabilizaron 2,2 millones de caseros en el país, que obtuvieron por arrendar sus inmuebles unos ingresos medios de 7.513 euros.
Estas cifras ponen de manifiesto que España salió de la crisis con más caseros (en 2008 eran 1,6 millones, un 37% menos) y con un mercado del alquiler a la baja, en línea con el conjunto del mercado inmobiliario (los ingresos anuales medios en 2009 ascendían a 9.172 euros, un 18% más). Pero esta situación, al igual que ha ocurrido en el segmento de la compraventa, se ha revertido en los dos últimos años, con un aumento de los precios del alquiler que en 2017 se situó en el 12,7%, según Tecnocasa.